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miércoles, 23 de agosto de 2023

La mamá de nuestra Literatura Infantil: Lucía Amelia Cabral

 


El hecho de que Lucía Amelia Cabral naciera en Argentina no es casual para mí, cazadora de detalles. Cierto que sus padres eran diplomáticos, cierto que ella es auténticamente dominicana; de una familia de amplias raíces en la historia de nuestro país. Cierto que pone sillas de guano, personajes maromeros y panes de agua filósofos en sus historias, que no pueden ser más caribeños y sus cuentos están llenos de mares por descubrir.

    Pero Argentina es brillante en su cultura, como la plata, como el plenilunio. En ese país moran las hadas que he querido invocar al lugar de admiración de María Elena Walsh, Elsa Bornemann; María Cristina Ramos, María Teresa Andruetto, Graciela Cabal y tantos que podrían llenar un directorio. Pero todos comparten con nuestra Lucía Amelia la utilización del lenguaje figurado. Utilizan las figuras del pensamiento con maestría. No dejan ninguna duda de que están haciendo literatura desde la concepción de la idea hasta la puesta en blanco y negro de las palabras. No tienen el menor asomo de didactismo. No les quita el sueño la moraleja y sin embargo... ¡Cuánto enseñan!

    Claro, un crítico dirá algo con relación a la estética y me echará un discurso sobre la belleza mientras sigo cazando los hechos que sostienen mi interés, la novedad que me hace volar tras las palabras y la originalidad que me sorprende con sonrisas.

    Lucía Amelia Cabral escribió HAY CUENTOS QUE CONTAR antes de 1977, año en que fue publicada la obra. Son catorce cuentos o narraciones preciosos que ganaron premio y aplausos y que me gustaría muchísimo ver en manos de niños y niñas actuales. Algún libro de lectura ha captado uno o dos de estos cuentos, pero no se puede comparar el placer de la lectura personal con una lectura obligatoria.

    Confieso mi desventaja. He leído y gozado estos cuentos cuando mi infancia es un estandarte imaginario en el que me refugio de la vida normal. Tengo mil pretextos para salvaguardarla de la madurez. Tal vez por eso escribo cuentos y todo lo que puedo en nombre de la lírica (si de sacar sentimientos se trata) y tal vez por eso colecciono cuanto libro bonito para niños y jóvenes me pasa por los flancos, el frente o la retaguardia. ¿Cómo «crecer» si hay tanto que soñar?

    Este sentir mío me ayuda a confirmar que el entusiasmo se contagia. Mi placer por la lectura y la fantasía ha marcado a mis hermanos menores y ahora a mis sobrinos. Y hablo de mí porque es tan profunda la huella que marca la lectura en los primeros años que no puedo dejar de insistir cuando observo que hay tanto libro bueno alrededor al que no se le saca provecho. HAY CUENTOS QUE CONTAR de Lucía Amelia Cabral es uno de ellos. Lamentablemente, ediciones agotadas.

    Lucía Amelia ha comprobado en Portugal, en la Feria de Lisboa que la calidad de su obra ha moldeado vidas. Una madre criolla que ahora es cónsul en la Embajada dominicana en esa preciosa y mágica ciudad, casada con un portugués y preocupada porque sus dos hijas no perdieran el idioma español, llevó consigo en 1977 un ejemplar de la obra y ahora, en 1998, Lucía Amelia fue invitada por Unión Latina de Lisboa a dar una conferencia que se convirtió en coloquio. Enfrentada a so narradores portugueses que manejan la literatura infantil y juvenil desde la educación, vio surgir de entre el público a una familia de padre, madre y dos hijas de veintitantos años, dando su testimonio por amor por el Dr. Helecho, por Gabino el caballito que sale a trotar mundo y su fe en el vuelo alto de la chichigüa. Este libro, esta autora, amarraron lazos con el idioma materno y ya nunca lo desataron.

    Lucía Amelia Cabral, escritora por vocación y formación, prueba desde su camita de ajonjolí que una silla de guano y un burro, dos lindas muñecas y dulces criollos son el almíbar feliz en que la fantasía y la ilusión tienen sabor a canquiña cibaeña.

    Porque en 1977 Lucía Amelia dio a luz la Literatura Infantil dominicana, es la «mamá» del género en República Dominicana. Sí. Hay otros escritores, pero Lucía Amelia es la que escribe con toda la intención y cumple con todos los requisitos que ayudaron a «profesionalizar» un oficio que se ha ejercido antes por encargo, con fines didácticos o de casualidad.

    Es a partir de Lucía Amelia Cabral que otros escritores importantes empezaron a considerar que escribir para niños no era cosa sin importancia.

Leibi Ng

(Publicado originalmente en LA NACIÓN en 1998)

lunes, 26 de enero de 2015

LUCIA AMELIA CABRAL Y LA LITERATURA INFANTIL

Por Leibi NG para Listín Diario. Gratitud a Marianne de Tolentino.

Portada de la primera edición de El Camino de Libertad de Lucía Amelia Cabral y Milán Lora.

Lucia Amelia Cabral ha puesto en el Mercado dominicano tal vez el mejor libro que se haya “manufacturado” para el público comprendido entre los 10 y los 99 años, en la historia de la literatura infantil y juvenil dominicana. El Camino de Libertad,  con hermosas ilustraciones en acuarela del arquitecto y artista Milán Lora Gómez  es sencillamente una joya que se venderá a RD$150.00* pero cuyo valor transciende cualquier precio. Aconsejo cuidar los gestos cuando lo estén leyendo en público porque no hay más remedio que sacar la ternura, la fe y la admiración frente a la aventura de unos personajes que abrazan el símbolo con seguridad poética al hacer un recorrido de roce estético.

En términos gráficos, ya teníamos pruebas del concepto editorial de Lucia Amelia Cabral con la salida de Chivi, Cien Adivinanzas Nuevas y Mi Vaca de Retahílas, ambos de Brunilda Contreras, dos libros preciosos, pero El Camino de Libertad  adquiere una categoría distinta.

Ha sido tanto el cuidado que la escritora ha puesto en esta creación suya que me da argumentos para sostener lo que empecé con motivo del lanzamiento del libro de Lorelay Carrón, Jinete de Nubes, cuando trataba de explicar la trascendencia de las ilustraciones en el libro de  LIJ  y la capital importancia de lo que nosotros llamamos diagramación, los españoles maquetación y otros países proyectación gráfica.

El Camino de Libertad deja claro que un matrimonio texto-imagen es absolutamente imprescindible para que el libro dedicado a niños y jóvenes reciba un tratamiento de objeto de diseño. Lucia Amelia crea una historia en prosa lírica que da lugar al vuelo de la imaginación, permitiendo un tiempo de paz y armonía en cada una de sus oraciones distintas, a veces rimadas: La alegoría es un entretenido juego de conducción hacia el mensaje definitivo, en un viaje lleno de gracia e inteligencia. Me pregunto si esta autora dominicana se acercará a la hazaña de Antoine deSaint-Exupery con El Principito, una obra “infantil” que no es sino una obra profunda, cargada de significados y símbolos en forma de parábola o alegoría.

En el momento en que Lucia Amelia nos mostró una prueba de su libro comprendí su perfecta visión del libro dentro de la LIJ como un concepto integral. Hay muchos espacios en blanco pero están dispuestos  para “dar aire” al texto, como decimos en artes gráficas. Además, este libro se iba “contando” mientras se unían la industria con la literatura. Y por otro lado, todo el que haya leído cuentos (en voz alta) con el libro en la mano sabe lo que significa terminar una frase en una página y paralizar la voz en lo que llegamos a la otra. Por lo tanto, la oralidad ha cumplido su papel en este proyecto que permite precisamente “libertad” a la sonoridad de las palabras.

¿Son precisiones de perfeccionistas? ¡Que bueno! Finalmente empezamos a delimitar las exigencias del libro de LIJ y por lo menos se traza una línea definitoria entre lo que es y lo que debe ser. La ilustradora cubana, especializada en LIJ,  Miriam González Giménez expresó al ver esta obra: “¿Pero que les vinimos nosotros a enseñar? Está precioso”. 

Lucia Amelia dedico tiempo a esta obra aplicándose a sí misma la fórmula de recreación: el ser humano no es nadie sin esperanza, la esperanza que tal vez alcance lo que anhela a través del esfuerzo y de la perseverancia. Perseverancia que verá coronados sus afanes a través de un espíritu libre. Libertad que impulsa con firmeza el amor que ansia y necesita toda la humanidad para ser plena.

El Camino de Libertad no podía sino laurearse como un paradigma para las letras dominicanas, especialmente para la LIJ, por lo que me permito decretar: 

*A partir de ahora, queda consignado que el libro de LIJ es realmente un objeto de diseño.

*Que los literatos deben formar estrecha unión con los diseñadores gráficos, ilustradores o dibujantes (si tenemos suerte con el artista plástico) para dar forma al proyecto porque ambos serán coautores de la obra y está claro que de la unión que se obtenga de letras e ilustraciones saldrán múltiples lecturas.

*Que el mercado del libro de LIJ está profundamente ligado a la familia, la escuela y las instituciones culturales y estas instancias deben unir esfuerzos en su difusión y distribución.

*Que el libro de LIJ en la República Dominicana es instrumento de disfrute y formación estética e intelectual de larga vida que beneficia a generaciones por lo que será un error calificarlo de objeto de consumo.

Finalmente, lo dije y no me equivoqué: Cada libro de literatura infantil y juvenil publicado en los últimos años ha sido un compromiso de su autor e ilustrador por superar al anterior en una sana competencia que nos coloca en el mapa de la buena literatura infantil y juvenil ¡Gracias a Dios!


*DOMINGO 30 DE MAYO DE 1999

NOTA: Me acuso de no mencionar al arquitecto Milán Lora, autor de las ilustraciones. Sencillamente, ellas hablan por él y por todo lo que lo admiro. Leiby Ng