domingo, 21 de septiembre de 2014

Dunga y la hormiguita: doce cuentos de Luisa Comarazamy

La autora, Leibi NG, a partir de los valores universales de la literatura infantil, comenta el reciente libro de Luisa Comarazamy “Dunga y la hormiguita”, obra creada con el fin de entretener a la niñez y juventud dominicanas.
Luisa Comarazamy

Dentro del Círculo Dominicano de Escritores para niños y jóvenes, he tenido el honor de ir “Por la ruta de los soles” de la mano de Brunilda Contreras y luego me elevé igual de alto en “Vuelo de amigos” con nuestra querida Aída Bonnelly de Díaz. Ahora, por los lazos del oficio y de la amistad que me unen con el licenciado Miguel Collado, la licenciada Fiume Gómez y del doctor Diómedes Núñez Polanco, me encuentro con el abrazo de bienvenida de Luisa Comarazamy tras un viaje de fantasía y responsabilidad junto a Dunga y la hormiguita.
Este 20 de octubre, fecha en que se hace de público dominio esta obra dedicada a los niños de 6 a 99 años, nos sentimos racionalmente cuerdos, estupendamente firmes en la meta de contribuir con los fines de la literatura infantil y juvenil dominicana.
He sacado el beneficio de conocer la obra antes que a la autora, y me encanta, puesto que es la relación inicial del lector. He sabido correr ansiosa buscando autores de quienes sólo había leído fragmentos, un cuento, un artículo, en fin, una parte de su obra. Luisa Comarazamy me ha dejado la impresión de ser efectivamente orientada a la acción. Me identifico con ella. Nunca avanza la teoría si no hay acciones que la sostengan.
En más de una ocasión externé mi criterio de que la literatura infantil y juvenil tiene un propósito fundamental: entretener, que es lo mismo que divertir. Cada vez estamos más conscientes de que sólo la lectura que deja volar la imaginación, la que nos despierta el goce estético, la que nos muestra algo de lírica y nos emociona tras la combinación que despiertan las palabras en singular sentido, es la literatura válida. Ahora bien, es sabido que la LIJ tiene sus reglas dentro del género porque está predestinada a un público conformado con características y cualidades dadas. Esos seres en desarrollo son muchas veces tomados de pretexto para dedicarles obras que no les llegan al corazón, o a los sentimientos, porque tampoco les llegan a la mente racional.
Yo pienso que esto sucede cuando una obra no tiene calidad. Utilizo esta palabra expresamente porque a pesar de que siento al libro dirigido a los niños y a los jóvenes como algo que no puede considerarse un objeto de consumo, no puedo olvidar que estoy dentro de una sociedad regida por reglas y patrones y ciertamente por un mercado muy poderoso. Y es dentro de esta sociedad donde crecen nuestros niños y niñas.

Alberto Moncada
El sociólogo español Alberto Moncada, en su libro “Cultura de la solidaridad”, expresa lo siguiente: “Los niños de hoy aprenden pronto el valor del dinero, de la lucha por la vida, aprenden a ejercitarse en varias dinámicas del poder y, para colmo, una parte importante de la moderna pedagogía consiste en estimular la competitividad precoz. Yo creo que se hace inevitable un gran compromiso y una redefinición de la vida cotidiana”.

Y al redefinir la vida cotidiana, se hace evidente que debemos adoptar criterios unificados sobre los propósitos de la literatura infantil y juvenil que creamos.

En este sentido, yo me suscribo bajo los lineamientos de un autor japonés llamado Yasuke Teshima quien crea libros combatiendo la literatura infantil y juvenil insulsa. Estos son sus planteamientos, no textuales:
La LIJ está obligada a mostrar una vida cargada de sentido.
La LIJ tiene que transmitir a sus lectores entusiasmo, estímulos y confianza en la capacidad que todos tenemos de ser creativos a partir de nuestro autoconocimiento. ¿Por qué? Precisamente porque está dirigida a seres en formación, en desarrollo, en crecimiento, ¿y quién puede llegar lejos con pesimismo y falta de confianza, sin entusiasmo o fe en el porvenir brillante que merece?
La LIJ tiene el deber de transmitir valores que permitan a los niños y niñas hacer suya una idea total armónica y equilibrada del mundo que les pertenece.

Esto es parte de la nueva visión que toca hoy día a la Literatura Infantil y Juvenil. Si la vida cambia, el arte, expresión de la vida, CAMBIA con ella transformándose a sí mismo en lo que la Humanidad requiere a cada paso.

Todos los autores del género estamos insertos en esta observación de la vida porque está claro que el propósito de cada creador es llegar al corazón de sus lectores de las edades que sean.

Los adultos ponemos mucha de nuestra energía en formar a los niños bajo el régimen disciplinario que nos corresponde. Es un orgullo para nosotros mostrar la buena conducta de nuestros hijos como un logro que podemos exhibir. Pero esto no sería posible si cada madre, cada padre NO dedicara a sus hijos el tiempo que requieren para su formación.
Es muy contradictorio dedicar todo nuestro tiempo al trabajo, a las ocupaciones remuneradas, a los oficios que nos permiten sobrevivir y al mismo tiempo aspirar a tener una familia idónea. Es en este tiempo que surge el estilo de convertir a los maestros en padres, al servicio de la sociedad o en extensiones de nosotros mismos;  así  como a la televisión en sustituto-niñero. Una mezcla de los bueno y lo malo.
Muchos padres tienen soportes en sus iglesias. Hay una comunidad que ayuda a criar. Otros pueden contar con clases colaterales (yudo, karate, ballet, gimnasia… por ejemplo) que encierran una disciplina en particular y ayudando a mantenerlos ocupados. He leído que si un niño se forma en las artes, en los deportes, jamás podrá ser un adulto malo.
En fin, tal vez exista la suerte de insertar a los niños y niñas en instituciones como los Boys o Girls Scouts, quienes a través del escultismo, prácticas de campo, adquieren la educación en valores. Pero no estamos hablando de la generalidad.
Luisa Comarazamy ha reflexionado desde su posición múltiple de mujer, maestra, madre, educadora y psicóloga sobre la marcha de los niños en formación y nos regala esta elefanta Dunga, enorme en el espacio que da sombra a nuestros hijos e hijas. Una sombra que además de hacerles pasar un buen rato entretenido, les permitirá reflexionar sobre cosas tan cotidianas, pero a la vez tan difíciles, tan cercanas pero tan lejanas, como el amor, la paz, la paciencia, el respeto, la limpieza, la no violencia, la acción correcta. Valores y subvalores que sustentaron, sustentan y sustentarán a nuestra civilización y que sólo pueden transmitirse a través de vivencias. Detallados cuidadosamente después de cada relato para que no nos sintamos tan solos, tan confundidos o tan perdidos, en el difícil arte de acompañar el crecimiento de nuestros niños y jóvenes.
Utilizando en muchos de los doce relatos, el formato de la fábula, instrumento moralizante ideal desde todos los tiempos dando vida a estupendos personajes del reino animal. Luisa Comarazamy nos transmite sus historias interesantes colmadas en lecciones de vida.


Dunga y la hormiguita, eso está claro, nunca será un padre sustituto, pero muy bien cumplirá el papel en alguna que otra ocasión, llegando su mensaje como deben llegar las cosas, en el momento oportuno, cuando el niño está preparado para recibirlo. Entonces será imborrable en el corazón de niños y niñas ese valor y más aún en el corazón del infante que cada uno de nosotros lleva dentro.

Autora: Leibi NG.
Artículo publicado en el Suplemento de La Nación LECTURAS DE DOMINGO
el 7 de noviembre de 1999
Santo Domingo, República Dominicana.


sábado, 20 de septiembre de 2014

Ana María MATUTE: El género que se introduce*



Ella es la cuarta mujer que ingresa a la Real Academia de la Lengua Española, desde 1713. La primera se llamó Isidra Guzmán. La segunda fue Carmen Conde y la tercera Elena Quiroga.

Ana María Matute es la autora de “Primera Memoria”, de “Olvidado Rey Gudú”. Y “La torre vigía”, entre otras; la misma que afirma que la escritura es un oficio muy difícil “y quien diga lo contrario o miente, o es un genio o es un desastre”.

Ella dice: “Escribir es un descubrimiento diario a través de la palabra, es lo más bello y que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos”.

Nacida en Barcelona hace 72 años, Ana María Matute ha dedicado su discurso de ingreso a la Academia de la lengua, ni más ni menos que al elogio y defensa de la fantasía y la imaginación porque son la esencia de su obra.

Matute expresa que escribir como oficio es una forma social y política de protesta, además de método para sacar de uno mismo el malestar del mundo.

Fue durante su infancia que estalló la Guerra Civil española, lo que la deja marcada: -“Todo era injusto e incomprensible. El mundo no era tal y como nos lo habían explicado. Yo creo que nuestra generación dio tantos grandes escritores, porque fuimos víctimas de un trauma muy fuerte”.

Si se interpreta a la ligera, la siguiente declaración de esta escritora resultaría irrelevante, pero es esencial cuando observamos que toda su obra –reitero-, gira a torno a la fantasía y la imaginación: “Al contrario de los otros niños, empezó a gustarme ser castigada en el cuarto oscuro. Comencé a sentir y saber que el silencio se escucha y se oye, y descubrí el fulgor de la oscuridad, el incomparable y mágico resplandor de la nada aparente”.

O esta otra: “Así de reales eran aquellos mundos en los que me sumergía, porque los llamados cuentos de hadas no son, por supuesto, lo que la mayoría de la gente cree que son. Nada tienen que ver con la imagen que, por lo general, se tiene de ellos: historias para niños, al menudo estupidizadas y trivializadas a través de podas y podas “políticamente correctas”, porque tampoco los niños responden a la estereotipada imagen que se tienen de ellos”. “Pero en esas leyendas, en aquellos cuentos para niños que por otra parte, fueron recogidos por escritores de talla de Andersen, Perrault y los hermanos Grimm, por ejemplo, se mostraban sin hipócritas pudores las infinitas gamas de que se compone la naturaleza humana. Y allí están reflejadas, en pequeñas y sencillas historias, toda la grandeza y la miseria del ser humano”.

Para sembrar la reflexión, la búsqueda de una respuesta personal, debo hacer el paralelismo con un consagrado de las letras universales, el colombiano Gabriel García Márquez, quien declara en un extracto de entrevista realizada por Plinio Apuleyo y recogida en el libro “16 cuentos latinoamericanos”, lo siguiente: “Detestas la fantasía… ¿Por qué? –porque creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple a lo Walt Disney, sin ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber, (…) porque tampoco a los niños les gusta la fantasía. Lo que gusta es la imaginación. La diferencia que hay entre la una y la otra es la misma que hay entre un ser humano y el muñeco de un ventrílocuo”. (Me encantaría que cada uno de los lectores me enviara su interpretación de esta frase. ¡Sera  fan-tas-ti-co!)

Ana María Matute, ahora en 1998, nos exhorta: “No desdeñemos tanto la fantasía, no desdeñemos tanto la imaginación, cuando nos sorprenden brotando de las páginas de un libro trasgos, duendes, criaturas del subsuelo.”
“No olvidemos (…) que la palabra descubre, desentierra del olvido o de la indiferencia futura aquello que nos hace distintos de las bestias (…) Ana María Matute se nos descubre como una defensora de leyenda de la unión mágica entre materia y espíritu, porque una no existe sin el otro y viceversa.

Por eso afirma: “La palabra es lo que nos salva. Pero no la poseemos sin más, para utilizarla como un instrumento; si la tenemos es porque la consagramos a la búsqueda sin fin de una palabra distinta, no común, laboriosa y exaltadamente perseguida, pero que tan simple, tan sencilla resulta cuando la hemos hallado.”

De muestra, este botón  extraído de la página 248 de  “La torre vigía”: “Contemple las lágrimas de todas las madrugadas de la tierra; y vi al dragón, y su lomo erizado de lanzas y guerreros (aquellos que venían de Septentrión): lanzaban un grito largo, que yo reconocía: un grito que no movía las hojas, ni los cabellos, ni las ropas de las gentes; al igual que otro viento, que ya nada podía contra mí. Los guerreros arrojaron al aire sus lanzas, que se perdieron, en oscura bandada, hacia las nubes. Luego, el dragón zozobro, y, al fin, se hundió definitivamente en el vasto firmamento. De forma que pude contemplar a mi pasado, a mi vieja naturaleza, a mis antiguos dioses, sueños y terrores, tragados en el olvido”.


Como es natural, las últimas palabras, las tiene en este caso, Ana María Matute y un tema que nos toca muy particularmente: “El niño es un ser solitario porque no pertenece al mundo de los mayores. Siempre digo y repito que el niño no es un proyecto de hombre, sino que el hombre es lo que queda de un niño, que es un mundo total y cerrado y redondo, y ahí no entra nadie más que su fantasía y otros niños. Los adultos no entran, y por eso es que es un ser solitario; no porque no pueda expresarse, que lo hace perfectamente con los suyos, y conmigo también. Yo me entiendo muy bien con los niños, no con todos, ¿eh? A algunos se les ve en los ojos lo que van a vender en cuanto puedan: esos no son niños. Hay gente que, aunque no lo parezca, no es niño nunca, y eso se nota después”.



Conozcamos a través de su obra a esta mujer (la única), que a los 72 años ocupa el asiento K de la Real Academia de la Lengua, quien nos conquista con segura sencillez y originalidad.

Por Leibi Ng
Publicado en La Nación, miércoles 19 de agosto de 1998

*MATUTE significa "tela o género que se introduce (contrabando). Hicimos una asociación con la Literatura Infantil y Juvenil como género que avanza lentamente en nuestro país.

Algunos links sobre Ana María Matute:
http://www.elnortedecastilla.es/20071122/mas-actualidad/cultura/premio-nacional-musica-200711221727.html
http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/matute_ana_maria.htm


jueves, 21 de agosto de 2014

Algo que decir sobre “Jinete de Nubes” de Lorealy Carrón



Chiqui Vicioso
Por Chiqui Vicioso
Especial para La Nación


Oscar Holguín-Veras
Hace unos días me trajo Lorelay Carrón su último libro para la niñez dominicana: “Jinete de Nubes”. Un libro que hoy celebramos porque son muy contados los autores y autoras de literatura infantil en República Dominicana. 

En mi lista, apenas unos catorce o quince, y de ellos sólo tres hombres: Rafael Peralta Romero, Oscar Holguín Veras y últimamente el inefable y muy querido amigo: Silvano Lora.

Este número de autores no niega el creciente interés que existe sobre este género: la literatura infantil. Para sólo mencionar un caso debo referirme a la poeta puertoplateña Johanna Goede, quien está trabajando en un cuento y obra de teatro para niños y niñas sobre la vida de las Hermanas Mirabal.

Como ella, conozco a otras escritoras quienes están incursionando en el género y ello me llena de alegría, sobre todo si recordamos que en este país existen pocos precursores contemporáneos de literatura infantil, siendo una de ellas Mechi Hernández con el suplemento de La Noticia, primero en su género (donde Lorelay, por cierto, se inicia en estas lides) y Lucía Amelia Cabral.



Lorelay Carrón
Esto que digo no es nada nuevo, ni que se aplique exclusivamente a nuestro país, donde una rápida mirada a la literatura dominicana nos presenta como gran preocupada por la literatura para niños y niñas a la poeta petromacorisana Carmen Martínez Bonilla, autora de algunos de los textos más poéticos en este género, entre ellos: “El país de las hadas”, “Las caperucitas azules”, “Blanca Nieve”, “La bella durmiente”, “El patito feo y la hora azul”. Estas versiones dominicanas de algunos clásicos las llevó luego a la radio donde, junto con su gran amiga Maricusa Ornes, los dramatizó en pequeñas obras de radioteatro.


Carmen Natalia Martínez Bonilla
Ni tampoco esta pobreza textual en República Dominicana fue una excepción. Si revisamos la historia literaria más reciente del continente, y particularmente la del grupo de mujeres escritoras que se distinguió como generación literaria, hablo de las poetas pos-modernistas, o neo-románticas (como prefería llamarlas Pedro Henríquez Ureña), nos damos cuenta de que en lo que a literatura infantil se refiere, en Chile resuena un nombre fundamental: Gabriela Mistral; en Uruguay se destaca Juana de Ibarborou, cuya selección de prosa y poesía fue adoptada por las escuelas públicas en 1924, publicándose en 1925 “Ejemplario”, un libro dedicado a la enseñanza literario-moral, así como, 20 años más tarde, su libro “Los sueños de Natacha”, compuesto por cinco obras de teatro para niños y sus tres biografías (Roosevelt, Sarmiento y Martí), las cuales se llevaron al radio-teatro para la niñez, donde fue una precursora al igual que Carmen Natalia en nuestro país.

En la Argentina es la poeta Alfonsina Storni la que combina la docencia con recitales en escuelas de niños débiles mentales, ocupando en 1921 la cátedra para niños en el Teatro Infantil de Labarden, donde escribe obras teatrales para niños y niñas como “Polifenia” y “La Cenicienta”, y tres obras de teatro infantil reunidas bajo el título de “Dos farsas pirotécnicas.

Si las menciono es porque ellas no sólo subrayaron la carencia generalizada de autores y autoras de literatura infantil, sino porque también simbolizan la fusión de la vocación creadora con la magisterial, algo que aquí autoras como Eleanor Grimaldi, Fiume Gómez, Margarita Luciano y doña Aída Bonnelly vienen conjugando desde hace tiempo, en la vieja tradición martiana de La Edad de Oro.


Aída Bonnelly
Hay razones pues para celebrar, primero el que el número de escritoras en este género se esté ampliando, segundo el que sigan produciendo textos que como éste último de Lorelay van incorporando poco a poco la realidad racial y cultural dominicana.
De hecho eso es lo primero que celebramos, es decir, la evolución desde un texto como “Roberta, la Elefanta Roja y Coqueta”, texto sencillo, rimado y breve, a “Jinete de Nubes”, donde el protagonista es un niño mulato, como casi todos los niños dominicanos, y mulatos y negros, son también sus amiguitos. De igual modo, el paisaje es fácilmente identificable como el paisaje urbano de Santo Domingo, ambos junto con el lenguaje correcto y diversificado, logro de este texto, así como la superación de la enfermedad a través del sueño, de la imaginación que es y siempre será un viaje al infinito sea éste el cielo y las estrellas, o el mundo interior de cada niño y niña.

¿Qué falta en este cuento? 
Los maravillosos acertijos y juegos de “Y se los Llevó el Sol”, que tan entretenida hicieron su lectura para niños y adultos. Es mi humilde opinión que esta tradición, que también convierte los libros en instrumentos de docencia, se retome en los próximos cuentos que escriban Lorelay y sus compañeros y compañeras de oficio.

¿Futuros desafíos?
En un país donde la niñez lee cada vez menos, por el reino de la televisión, el nintendo y los juegos electrónicos, hacer de los libros infantiles el primer escalón hacia el teatro, los títeres, el CD, o los casettes, tarea en la cual las empresas que se especializan en productos de consumo para la niñez, como en este caso Baskin Robbins, pueden aportar el apoyo material necesario.

Ojalá que esta reunión también sirva para calendarizar futuros encuentros donde hacer saltar la imaginación creadora colectiva, en esta búsqueda urgente y maravillosa que es enseñarle a la niñez que existe más de una realidad, más de un mundo, más de una explicación a lo que perciben, o a lo que les han enseñado, donde ellos tienen un espacio para recrear y escribir la realidad, para imaginarla, y no tener que decir, como el gran poeta alemán Rainer María Rilke:

“Me espantan las palabras de los hombres.
Dicen todo con harta claridad:
Esto se llama perro, aquello casa,
y aquí está el principio y allí el fin”.

©Chiqui Vicioso
Especial para La Nación
publicado el martes, 25 de agosto de 1998

¡A galopar, a galopar… con el “Jinete de nubes” de Lorelay Carrón!


Si Lucía Amelia Cabral saludaba con esa gracia y propiedad que Dios le ha dado con “Albricias” a “Chiví, 100 adivinanzas nuevas” de Brunilda Contreras (el más vendido de la pasada Feria del Libro), yo muestro mi júbilo oceánico por el nacimiento de “Jinete de nubes”, la nueva obra de la escritora Lorelay Carrón ¡Todo un regalo para la infancia!
Lorelay Carrón
La literatura infantil dominicana da sus frutos, aunque no sean muchos los que se entreguen a esta vocación, tal y como expresa la escritora Chiqui Vicioso, presentadora de la nueva producción, quien pone fe en los artistas consagrados que actualmente incursionan en esta vertiente (Silvano Lora y la puertoplateña Johanna Goede).

Chiqui Vicioso destaca en “Jinete de nubes”: “…el lenguaje correcto y diversificado (…) la superación de la enfermedad a través del sueño, de la imaginación que es y siempre será un viaje al infinito, sea éste el cielo y las estrellas, o el mundo interior de cada niño o niña”.

Para nosotros, los frutos de la literatura infantil dominicana son cada vez más jugosos. Hay una gama de verdes en diferentes tonos hacia la madurez: algunos son modestos y precarios, otros muestran la brillantez en su contenido y una pobrísima ilustración, otros más decaen por la mala impresión; está el bien impreso pero de contenido malo… ¡En fin! Aunque la mayoría esta “zarazo” a medida que pasa el tiempo, las nuevas obras se acercan más y más a la apetitosidad, conjugando las lustrosas cáscaras (diseño, portada, ilustraciones, separación de colores, impresión), la pulpa (diagramación, dibujos, ilustraciones…) y la semilla (mensaje, goce estético, belleza de las palabras, concepto…) es un alimento cada vez más digno para nutrir a nuestra infancia.

Tenemos por guía la investigación del apreciado intelectual Miguel Collado, quien con “Una bibliografía preliminar de la literatura infantil dominicana (1821-1990)”, nos contagia su fe, dedicación y optimismo en las letras dominicanas al demostrar que aquí se escribe para la infancia y se escribe bien, desde hace tiempo, por lo que recoge 156 títulos.

¿Por qué los que muestran talento en estas artes tienen que esperar tanto para lograr un producto idóneo? Esa respuesta todo el mundo la sabe. La literatura infantil no está considerada como negocio o inversión, pero comienza a posicionarse.

Tal vez eso es lo que nos propone Lorealy Carrón con su “Jinete de nubes”:
—“Ese no es el modo de enfrentar un problema —les dijo el Jinete de Nubes —Hay que darle la cara a…”
¡Cada autor tendrá su propia Nube Feroz!

Ciertamente, hay que juzgar a un autor por el volumen total de su obra. Hay que probar, no en un opúsculo inspirado como padre/madre, tío, maestra… en la moral o la educación, sino en un trabajo consistente que haga transparentes vocación y capacidad.


Portada de la obra provisional en lo que scaneamos
“Jinete de Nubes” en tan sólo 16 páginas, el tercer libro de Lorelay Carrón (el segundo fue “Y se los llevó el Sol”), demuestra claramente que la calidad y la cantidad pueden ser independientes una de la otra.

Me refiero a que aunque un autor produzca un único aporte feliz, está haciendo historia. Pienso en Manuel García Arévalo y “La primera comunión de Laura”, preciosamente ilustrado por Arlette Simons y muy bien impreso. Este libro se convirtió para mí en un paradigma desde su publicación en 1990, pues conjuga lo que precisa la obra infantil: Calidad de contenido y diseño hermoso, con buena edición.
Claro que no es el caso de Lorelay, trabajadora incansable detro del campo de la Literatura Infantil. Ella transmite en sus textos la coherencia de una personalidad centrada, madura y capaz de responder a los imprevistos con certeza porque posee un universo cultural muy amplio. Podría decirse que tienen la imagen ideal de la escritora para la infancia aunando el conocimiento y la complicidad con los más pequeños. Además de la sonrisa presta y la orientación segura. Es profesional. Es madre. Es esposa. Es artista.

Lorelay Carrón escribe literariamente, no como madre, no como educadora y sin embargo como ambas, porque un artista es esencialmente él o ella y esa autenticidad es lo que vale realmente. Dibuja, ilustra, conoce los secretos de las artes gráficas, de las separaciones de colores y las tipografías, de las texturas y los degradados… y lo más importante ¡Lorelay conoce el alma de los niños!
Por este conocimiento, la autora nos regala un libro pleno de coloridos, equipado con certeras ilustraciones a cargo del joven profesional Henry Cid, armado con tapa dura para resistir la maravillosa energía de sus destinatarios y atinado en la selección étnica de los personajes, representando a la mayoría mulata del país. Además, hay que mencionar la calidad de impresión de Editora Taller para “Jinete de Nubes”, otro indicio de la madurez alcanzada por uno de los elementos vitales del progreso de la literatura infantil en Dominicana.

La escritora y los medios de comunicación

Eran los años 70. Lorelay Carrón de la mano de Chiqui Vicioso llegó un día al suplemento infantil de La Noticia, donde trabajó con la prestigiosa educadora Mechy Hernández. Fue el primer esfuerzo exitoso de un medio de comunicación impreso por suministrar a la población un producto hecho por especialistas dirigido exclusivamente a la infancia.

La primera obra literaria de Lorelay Carrón, escrita e ilustrada por ella misma, “Roberta: elefanta roja y coqueta” fue publicada en 1982, con 14 páginas. Un aporte de indudable calidad que perdura y cuya aceptación de parte de los niños he comprobado muchas veces.

Lorelay incursionó en la televisión y en la radio, siempre con la infancia como público. Esto, sumado a su labor en los diarios El Siglo, con su excelente Página para niños, que salía dos veces por semana, más su actual trabajo como editora en el Listín Diario, especialmente en Al Compás, consolidan una carrera dedicada con esmero a la comunicación con la infancia desde diferentes medios.

Mención aparte merece su paso por la fenomenal revista Tobogán porque es allí donde publica, durante el año 1987 sus brillantes trabajos: “¡Un día, pero un día!”, “Una historia de culebras”, “Arturo, un ratón feliz” y el cuento que hoy se ha convertido en libro: “Jinete de Nubes”.

Considero necesario hacer un paréntesis para resaltar la preocupación tangible de Miguel Cocco y de su esposa Minerva González, de Fondo Editorial, quienes fueron los pioneros en crear esta revista y que empezaron a dar apoyo a los escritores de literatura infantil. Ahí está Tobogán, La Enciclopedia del Niño, formando generaciones de dominicanos lectores.

Con una proyección trascendente, libros como “Jinete de Nubes” están destinados a las escuelas dominicanas para ser instrumentos de formación intelectual y emocional para la infancia, utilizados por profesionales: Psicólogos, pedagogos, animadores… De esta manera el artista se pone al servicio de las ciencias para construir el mundo que queremos y forjamos día a día.

De nuevo manos amigas de la empresa privada asisten a la publicación dirigida a la infancia: La Fundación Arturo J. Pellerano Alfau y la cadena de heladerías Baskin & Robbins contribuyen con el regalo a nuestros niños.

Gracias a Dios, cada día hay más empresas conscientes de los beneficios sociales de este tipo de apoyo a la cultura, que al mismo tiempo redunda en buena imagen para las compañías ¡Bien!

Y si el pequeño jinete creado por Lorelay Carrón monta en las nubes para surcar los cielos con su fe y determinación, enfrentando las dificultades, más coraje nos contagiará para publicar los nuevos libros de la literatura infantil dominicana del mañana, comprometidos desde ya con igualar o superar la excelente calidad de “Jinete de Nubes”.

Que la imaginación se afiance. Que la ilusión se haga emperatriz en el Reino de Fantasía. Que la magia nos ilumine como el sol y la luna, para que cada niño (bien sano), cabalgue sobre su nube por los cielos de Quisqueya en la hora de la diversión, la educación y el amor.

©Leibi NG
Publicado en LA NACIÓN
jueves, 6 de agosto de 1998

miércoles, 20 de agosto de 2014

El Círculo Dominicano de Escritores para Niños y Jóvenes por Leibi NG

Margarita Luciano, Lucía Amelia Cabral, Eleanor Grimaldi y Leibi NG
Desde hace cinco años nos estamos reuniendo cada quince días en casa de Lucía Amelia Cabral o en casa de Aída Bonnelly de Díaz. Somos doce adultos. Doce creadores. Cada quien con sus intereses particulares y más de uno en común.

De izquierda a derecha: Carol Cárdenes, Brunilda Contreras, Margarita Luciano, Leibi Ng y Aída Bonnelly.
El Círculo Dominicano de Escritores para Niños y Jóvenes no tiene estatutos escritos pero sí una declaración de principios y un código particular de comportamiento.
Para nosotros, la literatura infantil es la literatura misma. Así como no disminuimos a los niños ni a las niñas porque respetamos profundamente sus espíritus en formación, no hacemos literatura menor por respeto a los destinatarios de nuestras producciones y hacia nuestro propio trabajo.
En el caso del Círculo Dominicano de Escritores para Niños y Jóvenes, la mayoría ya tenía un trabajo intelectual y público cimentado de cara a la sociedad. La unión nos ha servido como estímulo para incentivar nuestras creaciones, compartiendo más que como colegas, como amigos y sintiendo que el logro de cada uno es un logro de todos.



Aída Bonnelly de Díaz, maestra en las artes literarias (y en la música, en la crítica de arte, en el periodismo especializado y otros) es una promotora constante de la actualización, la innovación y la creación. Tanto así que cuando no llevamos nada nuevo para compartir se enoja suavemente. Aída Bonnelly es concisa y como dice el guatemalteco Augusto Monterroso: “La concisión es algo elegante”. Aída tiene un hermoso libro de cuentos en imprenta que esperamos disfrutar en noviembre próximo.




Lucía Amelia Cabral es la anfitriona por excelencia. Su originalidad, su personalidad literaria es un ejemplo de firme sensibilidad siempre dispuesta a la superación y a la búsqueda de la belleza que ella entiende como perfección. Creo que aunque todos los entendidos conocen el trabajo de Lucía Amelia, no se le ha hecho justicia en su difusión ya que su manejo del idioma es sumamente hermoso y posee lo que otros estamos trabajando: estilo personal.

Brunilda Contreras y Lucía Amelia Cabral
Brunilda Contreras es una estrella luminosa. Desde que le cogió con escribir de memoria sus costumbres campesinas tiene un calificativo que ya quisieran muchos: “auténtica”. Es incansable creadora y pronto nos regalará dos producciones recientes: una en este mes y la otra (maravillosa) en el que sigue, si Dios quiere; ambas editadas por Lucía Amelia Cabral.


De Eleanor Grimaldi hay constancia suficiente en sus libros de poesías y cuentos de que dentro de todo su quehacer como educadora (hoy Vicerrectora Académica de la Universidad Interamericana –UNICA-), y de sus obligaciones como madre, esposa, hija y abuela joven, tiene tiempo para regalarnos sus palabras en versos y en prosa.



Margarita Luciano de Sang, mi paisana, es una de las mujeres que admiro abiertamente. Siendo matemática es literata, lo que sorprende a muchos que no acaban de desprejuiciarse con esta ciencia. Ella ha inventado y llevado a la fabricación un “Multioperatorio” que ayuda a los estudiantes a aprehender matemáticas y lógica con materia de alambres, madera coloreada y marcos perfectos. De esta manera los conceptos abstractos se fijan en la mente con seguridad. Margarita ha publicado tres libros entre 1996-1997, uno de ellos en colaboración con Eleanor Grimaldi, compañera de muchos años en las lides literarias dirigidas a los infantes. También ha grabado ¡ella misma! un vídeo con juegos y canciones tradicionales de nuestro país porque no quiere que se pierdan y porque su felicidad es que los niños aprendan y se diviertan mientras lo hacen.

Nelly García es una escritora profundamente preocupada por lo social, el entorno y la moral. Su sensibilidad la arropa, su lucha no tiene tregua. Es una de las creadora mejor conectadas con los más pequeños pero siempre alejándose de facilismos y ñoñerías.


Nuestro único compañero por el momento, es Rafael Peralta Romero es muy conocido en los medios literarios y periodísticos. Tiene la vida entera ejerciendo oficio y vocación. Él pone una nota particular cuando se hace escuchar con su hablar pausado, narrando historias divertidísimas y llenas de ingenio muy dominicano. Sus versos de originales nombres, “Un chin de caramelo”, tiernos, sencillos, paternales, representan con dignidad a su género.

Otras integrantes del Círculo como Lorelay Carrón de Tejada, Aidita Selman, y Marianne de Tolentino brillan en el firmamento literario, artístico y periodístico nacional con logros que no requieren recordación. No asisten a reuniones regularmente pero tenemos una comunicación constante y participan de la filosofía total que nos llevó a juntarnos: creación artística literaria dirigida a los niños y jóvenes con todo lo que ello envuelve.


Quien esto escribe, Leibi NG, con dos libros en preparación y sin ninguna prisa, ya que cada instante de mi vida aprendo de los que más saben, está más que orgullosa de tener de compañeros a tan ilustres personalidades.


Uno de los más importantes logros de nuestro Círculo es un libro colectivo (casi en imprenta) que trata libremente un tema de nuestra cultura en un mágico volumen que demuestra lo versátil de la creación literaria infantil dominicana: LA CIGUAPA, nuestra auténtica leyenda de monte escrita para las niñas, los niños: los jóvenes.

Al iniciar las clases de este año, el Círculo ha comenzado a producir un programa por RADIO RED, 95.3 FM, la emisora de la Secretaría de Estado de Educación y Cultura. El mismo se transmite los sábados de 8 a 9 de la mañana y lo hemos llamado: “Un Don Din”, como nota simpática, para recordar que a los niños y niñas de nuestro país hay que atraerlos con inteligencia, pero sobre todo con afecto real para que cuando los llamemos no nos digan: “YO NO PUEDO IR”.

Como escritores, somos redomados lectores, por lo que es normal que queramos que cada niña, cada niño, cada adolescente dominicano lea con el placer y la fuerza emocional que la lectura conlleva. Por eso, el Círculo Dominicano de Escritores se adelanta y saluda el Programa Nacional de Fomento a la Lectura de la Secretaría de Estado de Educación, nacido en el marco del Plan Decenal y de la Transformación Curricular y les auguramos el mayor éxito por medio de la unión de madres, padres, maestros, maestras y escritores en un único y magno objetivo común: A LEER EL MUNDO!

Publicado en el suplemento TERTULIA
el sábado 29 de noviembre de 1997

martes, 19 de agosto de 2014

Premio Andersen: “Nobel” de la literatura infantil (y II) actualizado


Gianni Rodari con su personaje Cebollino
En contraste, el ganador de 1970, Gianni Rodari (Italia, 1920-1980), sí que se la luce con su obra fantasiosa, creativa, imaginativa e innovadora. Además de narrador, era maestro y periodista. Poseía un sentido del humor a prueba de calamidades. Muchas de sus creaciones se publicaron por vez primera en los periódicos y suplementos infantiles; después se recopilaron y fueron convertidas en libros. Entre las obras más conocidas de Rodari se cuentan: “Cuentos para jugar”, “Cuentos escritos a máquina”, “Las aventuras de Cebollino”, “Gelsomino en el país de los mentirosos”; “El libro de los por qué•, “Érase dos veces el Barón Lamberto”, “Las aventuras de Tonino el invisible”, “Gip en el televisor”, “La tarta voladora” y “Cuentos por teléfono”.
Coincidiendo plenamente con Antonio Orlando Rodríguez citamos: “Para los educadores, y en general para todos aquellos interesados en el universo de la creatividad y la imagiación del niño, es lectura insoslayable su “Gramática de la fantasía”.
Para Rodari, “creatividad es sinónimo de pensamiento divergente, es decir, de capacidad de romper continuamente con los esquemas de la experiencia”. "Es creativa una mente que siempre trabaja, que siempre hace preguntas, que descubre problemas donde los otros encuentran respuestas satisfactorias”.

Scott O´Dell (Los Ángeles, California, 23 de mayo de 1898 - Mount Kisco, Nueva York, 15 de octubre de 1989) autor de “La isla de los delfines azules” fue el siguiente en la lista de los premios Andersen, tocándole en 1972. Otras de sus obras son: “Zía”, “La canción de la luna”, “La perla negra” y “La canoa oscura” entre otras. O´Dell, según los críticos fue heredero de los autores de aventuras tipo Jack London y Julio Verne.



María Gripe, nacida como María Walter (Vaxholm, Suecia, 25 de julio de 1923 – 5 de abril de 2007) fue una escritora sueca de literatura infantil y juvenil, galardonada con el Premio Andersen en 1974. Casada con el ilustrador Herald Gripe, hacen una mutual en la que él da vida gráfica a los personajes que ella idea. Esta autora significa mucho para mí, pues me enfrentó a la vertiente realista de la literatura infantil. La que saca de la cotidianidad y los problemas contemporáneos temas que ponen a los niños a reflexionar sobre sus propias vidas y a comprender otras realidades para enfrentar las suyas propias.
Tal vez sea crudo para algunos, pero la verdad es que los niños y jóvenes de hoy viven en sus hogares las separaciones, divorcios, alcoholismo, exceso de trabajo y horarios desequilibrados, etc. Por otro lado, se puede ver en la televisión, cine, videojuegos: guerras, trifulcas, enfrentamientos, todo tipo de conflicto… ¿Quién dijo que viven dentro de una burbuja? Naturalmente, todo tiene su tiempo.
Christine Nöstlinger

Otra autora galardonada en 1984 comenzó como pintora: Christine Nostlinger, quien se inscribe en esta realidad pero con profunda vertiente hacia la fantasía, crítica social y el humor. Autora de “Me importa un comino el rey Pepino”, “Konrad o el niño que salió de una lata de conservas” (burla a la sociedad de consumo entre otras cosas) y muchas otras.
Christine expresó en un mensaje difundido en el Día Internacional del Libro Infantil lo siguiente:

“Muy poco en el mundo es como debería ser. 
Casi todo en el mundo es como no debería ser.
La vida es buena para pocas personas. 
Para la mayoría de la gente, la vida es mala. 
Y en donde los adultos no se encuentran bien, los niños están aún peor.
Es más importante ahora gritar duro, pelear,
unirse con otros para poder cambiar las cosas,
que tomar un libro y leerlo. Pero para poder cambiar el mundo,
debemos saber todo acerca de él.
Hay que saber distinguir el bien del mal y no dejarse engañar por mentiras.
La gente miente en las palabras y en las frases.
Cuando las palabras y las frases se escriben,
es más fácil saber si están bien o mal que cuando sólo se oyen.
Ciertamente no es verdad, como mucha gente dice,
que la televisión nos hace estúpidos y que los libros no hacen inteligentes.
Pero en muchos países la televisión pertenece a la gente que está en el poder 
y esta gente quiere que el mundo se mantenga tal como está.
Muchos libros también desean esto mismo.
Pero también hay muchos libros que nos dicen
lo que realmente está sucediendo en el mundo
y por qué está sucediendo.
Los libros pueden ayudarnos a descubrir lo que debemos gritar,
por qué debemos pelear, con quién unirnos y dónde comenzar a cambiar las cosas.
Pueden ayudarnos como nadie más puede hacerlo”.


Finalmente, dadas las limitaciones de espacio, no nos queda más que esta enumeración de los Premios Andersen. Quede como una invitación a conocer a los autores tal y como hizo efecto en mí, siempre en busca de ampliar mis conocimientos sobre el maravilloso mundo de la literatura infantil

El premio de los escritores se concede desde 1956.
1956 - Eleanor Farjeon (Reino Unido)
1958 - Astrid Lindgren (Suecia)
1960 - Erich Kästner (Alemania)
1962 - Meindert DeJong (Estados Unidos)
1964 - René Guillot (Francia)
1966 - Tove Jansson (Finlandia)
1968 - James Krüss (Alemania) y José María Sánchez Silva (España)
1970 - Gianni Rodari (Italia)
1972 - Scott O'Dell (Estados Unidos)
1974 - María Gripe (Suecia)
1976 - Cecil Bødker (Dinamarca)
1978 - Paula Fox (Estados Unidos)
1980 - Bohumil Riha (Checoslovaquia)
1982 - Lygia Bojunga Nunes (Brasil)
1984 - Christine Nöstlinger (Austria)
1986 - Patricia Wrightson (Australia)
1988 - Annie M. G. Schmidt (Países Bajos)
1990 - Tormod Haugen (Noruega)
1992 - Virginia Hamilton (Estados Unidos)
1994 - Michio Mado (Japón)
1996 - Uri Orlev (Israel)
1998 - Katherine Paterson (Estados Unidos)
2000 - Ana Maria Machado (Brasil)
2002 - Aidan Chambers (Reino Unido)
2004 - Martin Waddell (Irlanda)
2006 - Margaret Mahy (Nueva Zelanda)
2008 - Jürg Schubiger (Suiza)
2010 - David Almond (Reino Unido)
2012 - María Teresa Andruetto (Argentina)
2014 - Nahoko Uehashi (Japón)


©LEIBI NG
Publicado en LA NACIÓN
el martes 4 de agosto de 1998
Santo Domingo, R. D.

domingo, 10 de agosto de 2014

Premio Andersen: “Nobel de la literatura infantil”


El Premio Hans Christian Andersen fue otorgado por primera vez el 2 de abril de 1956. Esta fecha conmemora el natalicio del autor de La Sirenita.  En esa ocasión, correspondió a la autora inglesa Eleanor Farjeon (1882-1965). Esta escritora se hizo famosa con su obra “Martin Pippin en el huerto de las manzanas”.

Partiendo de un artículo del cubano Antonio Orlando Rodríguez, miembro de la organización colombiana Taller de Talleres, nos enteramos de importantes datos sobre el IBBY, Organización Internacional para el Libro Infantil, los premios Andersen y los autores que han merecido dicho premio, catalogado como el Nobel de las letras infantiles.
IBBY tiene secciones nacionales en unos 50 países. Estas secciones someten cada dos años, un autor y un ilustrador como candidatos al Andersen
Un jurado internacional (diez especialistas en literatura para niños), decide quiénes son los autores premiados una vez estudiadas sus obras.
Al principio, el Andersen se entregó basándose en una obra de autor, pero después decidieron premiar la producción total del escritor elegido.



Astrid Lindgren (Suecia, 1907-2002) fue la siguiente ganadora del Premio Andersen en 1958 por su obra “Rasmus y el vagabundo”. Astrid es la autora de “Pippa Mediaslargas”. En República Dominicana, se dio a conocer a través de la televisión con el nombre de “Pippi Calzaslargas”, una niña de 9  años, pelirroja y pecosa que tenía ciertos poderes —levantaba a su caballo Pequeño Tío con una mano—, huérfana de madre con un padre pirata (ausente muchas veces porque era rey de los congoleses), y vivía con sus animales en una casa llamada Villa Villekulla. Fue sin dudas, un personaje revolucionario en los libros dirigidos a niños desde su publicación en 1945. Pippi se convirtió en ídolo con su ruptura de lo concebido: decía mentiras, no iba a la escuela, no soportaba las reglas sociales, hacía lo que quería cuando quería.


Astrid Lindgren
Como es natural, los pedagogos de la época criticaron a Pippi pero ella se convirtió en símbolo de libertad y fantasía viviente en cada niño o niña del mundo.
Hoy, la trilogía de “Pippa Mediaslargas”, “Pippa se embarca” y “Pippa en los mares del Sur”, constituyen un clásico del género.


Erich Kastner (Alemania 1899-1974) fue el ganador del Andersen en 1960.
Es en esta ocasión cuando los premios empiezan a otorgarse en base a toda la obra del autor. Erich Kastner tenía precisamente toda una vida dedicada a la infancia. Su obra más famosa es “Emilio y los detectives”, publicada en 1929. Citando a Antonio Orlando Rodríguez: “La novela es no sólo un relato de intriga y suspenso, sino también una exaltación de la solidaridad y de la responsabilidad social de la infancia”.

Erich Kastner (Alemania 1899-1974) fue el ganador del Andersen en 1960.
 Meindert De Jong

En 1962, el ganador fue Meindert De Jong, norteamericano de origen holandés, nacido en 1906. Entre sus obras se encuentran los cuentos “El ganso gordo” y “El patito blanco”, así como los libros “La colina que canta”, “Una gata casi blanca” y “Una rueda en el tejado”.
René Guillot (Francia 1911-1964) es el siguiente ganador. Fue llamado “El Kipling de las letras francesas”. Sus obras tienen como protagonistas a animales de la selva africana: “El príncipe de la jungla”, “Sirga, la leona”, “Kro, el leopardo”, “Daro, el chimpancé” y “El señor de los elefantes”.
La siguiente ganadora fue la finlandesa Tove Jansson en 1966.
Nacida en 1914, se la comparó con Lewis Carrol, porque Jansson muestra en su obra magníficas dotes de fabuladora y facultades para crear el absurdo o “non sense”, tal y como el célebre autor de “Alicia en el país de las maravillas”.
Esta autora narraba, hacía poesía e ilustraba magistralmente sus propios libros. Convirtió los famosos trols, seres míticos del folklore de Finlandia, por lo común malévolos y dañinos, en animalitos bonachones, similares a hipopótamos pequeños, habitantes de un pacífico valle y además amantes del hogar y cultivadores de la amistad.
Tove Jansson es prolífica pero entre sus libros con los Mumintrolls se citan: “La familia Mumin”, “Memoria de papá Mumín”, “Una noche de San Juan bastante loca”, “La niña invisible”, “La llegada del cometa” y “La familia Munín en invierno”.
1968 está registrado como el año en que se otorga el Andersen a dos autores a la vez: el español José María Sánchez Silva y el alemán James Kruus.
El primero se hizo famoso por su obra “Marcelino, pan y vino” de la cual no hay que abundar porque muchos dominicanos la conocemos, incluso en su versión cinematográfica.
No puedo negar que me sorprendí al ver esta obra entre las ganadoras del Andersen, pues se siente un poco manipuladora de las emociones, pero no hay dudas de que se convirtió en un clásico entre las obras hispanas.
James Kruus se maneja dentro del “non sense” o disparate. Entre sus obras “La fiesta de las muñecas”, “El águila y la paloma”.
Dice Antonio Orlando Rodríguez que es posible que estos dos autores no sean tan reconocidos como  otros ganadores del Andersen debido a que sus obras no llegan a trascender los niveles de originalidad exigidos en otras oportunidades.


En contraste, el ganador de 1970, Gianni Rodari (Italia, 1920-1980), sí que se la luce con su obra fantasiosa, creativa, imaginativa e innovadora. Además de narrador, era maestro y periodista. Poseía un sentido del humor a prueba de calamidades.
Muchas de sus creaciones se publicaron por vez primera en los periódicos y suplementos infantiles. Después se recopilaron y se convirtieron en libros. Entre las obras más conocidas de Rodari se nombran: “Cuentos para jugar”, “Cuentos escritos a máquina”, “Las aventuras de Cebollino”, “El libro de los por qué”, “Érase dos veces”, “Las aventuras de Tonino el invisible”, “Gip en el televisor”, “La tarta voladora” y “Cuentos por teléfono”.

Por Leibi NG
Publicado en LA NACIÓN
lunes 3 de agosto de 1998

jueves, 31 de julio de 2014

Organización Internacional para el Libro Juvenil

Sin tiempo


Antonio Orlando Rodríguez

Taller de Talleres es una institución colombiana sin fines de lucro que ofrece, incluso en Internet, un ramillete de trabajo intelectual especializado de alta calidad.
Antonio Orlando Rodríguez (Cuba, 1956), miembro activo de Taller de Talleres, es autor de varios artículos de importancia sobre Literatura Infantil en especial uno que titula "Premios Andersen de Literatura", al pie del cual explica podemos utilizar el material siempre y cuando se cite la fuente y su autor, lo que pasamos a aprovechar de inmediato. ¡Tenía mucho tiempo buscando datos sobre estos premios!
Pero antes, hablemos un poquito de este escritor y promotor la literatura para niños y jóvenes oriundo de Cuba, radicado en Colombia (países que junto a Argentina, y México llevan la delantera en el desarrollo de la Literatura Infantil de América Latina) y autor de numerosos libros para niños como: “Mi bicicleta es un hada y otros secretos por el estilo”,
“Los caminantes caminan caminos”,
“Cuentos de cuando La Habana era chiquita”;
“Concierto para escalera y orquesta”, etc.)

Antonio Orlando Rodríguez ha merecido numerosos premios por sus obras dirigidas a los niños:

1975: Premio Concurso Nacional 26 de Julio, Cuba, por Abuelita Milagro.nte. También ganó La Edad de Oro en 1986. Fue subdirector de Fundalectura en Infantil y Juvenil, órgano de las secciones latinoamericanas de IBBY.
1976: Premio Nacional de Literatura Infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por Siffig y el Vramontono 45-A.
1979: Premio Nacional de Literatura Infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por Cuentos de cuando La Habana era Chiquita.
1984¨: Premio Nacional de Literatura Infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por El Sueño.
1986: Premio Nacional de Literatura Infantil La Edad de Oro, del Ministerio de Cultura de Cuba, por Pues señor, este era un circo.
1989: Premio Nacional de Literatura Infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por Mi bicicleta es un hada y otros secretos por el estilo.
1991: Premio Nacional de Literatura Infantil Ismaelillo, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por Un elefante en la cristalería.
1993: Premio Internacional de Novela para Niños Artemis-Edinter, Guatemala, por El Sueño.
1998: Premio Nacional de Cuento Infantil Comfamiliar del Atlántico, Colombia, por Farfán, Rita Vs. El profesor Hueso.

La Organización Internacional para el Libro Juvenil

Dice Antonio Orlando Rodríguez que para hablar de los premios Andersen de Literatura, primero hay que mencionar a los IBBY y nos explica por qué: “The International Board on Books for Young People”, (IBBY) es decir, la Organización Internacional para el Libro Juvenil fue fundada en Zurich, Suiza, en 1953. Cuenta con unas 60 secciones en diversos países del mundo y su meta es reunir a todas las personas que trabajan y aportan energía para ese encuentro entre los libros y los niños, que se hagan amigos para siempre.

Entre los propósitos del IBBY se citan:
Promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y jóvenes.
Favorecer en todo el mundo el que los niños tengan acceso a libros de gran calidad literaria y gráfica o plástica.
Favorecer la publicación y la distribución de libros de calidad para niños y jóvenes, especialmente en los países en desarrollo.
Apoyar y formar a quienes trabajan con niños y jóvenes y con literatura para niños.
Estimular la investigación y el trabajo académico en el campo de la literatura infantil.

IBBY es el fruto de Jella Lepman, ciudadana alemana que vivió con la convicción de que los libros para niños eran muy importantes. Al cabo de la Segunda Guerra Mundial empezó a trabajar para reunir a todas las personas que en cualquier parte del mundo estuvieran creando, seleccionando, distribuyendo y promoviendo libros para niños. Así logró el encuentro de autores, ilustradores, bibliotecarios, profesores, editores, libreros… en una institución que les facilitara trabajar juntos. Era el año 1953.

Jella Lepman
Tres años más tarde, Jella Lepman logró que el IBBY instituyera un premio que se daría cada dos años para reconocer a los creadores de libros para niños. Así nació la Medalla Hans Christian Andersen. De este premio conoceremos mucho en el próximo artículo. Basta decir que es tan prestigioso que se ha dicho muchas veces que es como “el nobel de la literatura infantil.


Leibi NG
La autora es Coordinadora del
Círculo Dominicano de Escritores
para Niños y Jóvenes
Publicado originalmente en La Nación,
Santo Domingo, República Dominicana
16 de julio de 1998